El museo de Arte contemporáneo Rufino Tamayo, es un claro ejemplo de la arquitectura mexicana, esta obra exalta los valores más arraigados en nuestra cultura haciendo una constante remembranza de los vestigios de nuestros antepasados, paralelamente a ello ésta estructura exalta la importancia del edificio como arte dimensional la cual complementa la colección de obras expuestas en el mismo.
El concepto del Museo Tamayo requiere de un complejo análisis sobre la interacción entre las obras expuestas y el visitante, no obstante el contexto es crítico para su estudio ya que los arquitectos Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky sostienen la necesidad de tener un museo escultórico a la mitad de un bosque, donde conviva en silencio la obra con su entorno.
La comunicación con elementos naturales como vegetación o agua es una de los puntos con los que debe cumplir el espacio. En el Museo Tamayo es muy importante la relación del visitante conforme lo va descubriendo mientras se acerca a él.
Los taludes extienden sus brazos hacia el suelo, esto arraiga al edificio y le permite emerger del suelo como un monumento rígido y fuerte, pero por lo contrario es demasiado exagerado el gesto debido a que la obra ya es muy pesada.
Si el edificio fuese concebido más ligero dentro del contexto se notara un edificio majestuoso pero no soberbio. El uso del concreto con mármol podría ser reemplazado por un material menos ajeno a su entorno. Tal vez ese sea uno de los factores que propicien la fatiga de esta obra tan pesada.
El museo Rufino Tamayo se encuentra localizado en la ciudad de México, en el Distrito Federal, en la avenida reforma la cual es uno de los ejes culturales más importantes de México, este eje permite al museo Tamayo tener una conexión con los museos que se localizan en este eje cultural, pero esta conexión se aprecia con mayor claridad con el museo de Antropología e Historia Natural, con el cual mantiene un eje de entrada a entrada, que permite al usuario tener un recorrido franco y conciso de un museo al otro.
Este museo se encuentra ubicado dentro de un claro del bosque de Chapultepec, rodeado enteramente por árboles frondosos que permiten al usuario tener la sensación de estar a cubierto por una techumbre natural proporcionada por los árboles.
La extraordinaria localización del museo Rufino Tamayo rompe todos los esquemas de que el arte tiene que ser exclusivo para ciertos círculos sociales dado que se encuentra en una zona boscosa en la que cualquier persona puede ingresar y tener un contacto directo con el medio artístico.
Por el otro lado hablando del programa es un ejemplo a seguir en cuanto la distribución y relación de los espacios donde se exhiben las obras, ya que estos se encuentran siempre ligados la forma del edificio y por consecuencia a la función de los mismos. El recorrido y la iluminación permiten al espectador poder contemplar las obras expuestas en su plenitud, jugando con los matices de los espacios conforme avanzas a la exposición.
La relación del exterior, donde las ventanas se vuelven cuadros que se relacionan con el espacio donde se encuentra la obra, de la manera esta estrecha comunicación de los matices de luz y la posibilidad de ser tan flexible el espacio que no se vuelve tan rígido, pudiendo crear recorridos en donde se van descubriendo las obras, así como uno descubre el museo conforme se va aproximándose a este.
El museo puede ser muy fácil de comentar a simple vista, sin embargo al empezar a analizarlo más a fondo pudimos apreciar su complejidad, es un ejemplo de cómo la estructura no debe estar divorciada o separada del concepto, y como a su vez esta misma estructura puede entablar una relación tan natural y fluida con el programa, o formar un todo con los acabados, no dejan de dialogar entre sí.
Hablando más a fondo sobre la estructura, de primera impresión puede parecer que es y una gran masa de concreto, sin embargo, esta estructura también juega un papel en cuanto a las intenciones formales del proyecto. Sus trabes, muros, losas están diseñadas de tal forma que arquitectónicamente tienen un impacto sobre el espectador, esta se utiliza en diferentes planos y perspectivas, dándole a cada área su carácter sin romper con la unión del todo.
La estructura está compuesta por elementos simples, pero es tal el análisis que utilizaron los arquitectos, que deja de ser una simple estructura que soporta, detiene, rigidiza, y pasa a ser una estructura creadora, propositiva de espacios y actividades.
En cuanto a los materiales, se utilizo concreto con mármol triturado tanto en el exterior como el interior reflejando la intención de una escultura en medio del bosque, donde una pieza aislada perdida en sus alrededores, florece.
Al intentar recopilar la cultura mexicana con la intención de hacer referencia a las pirámides, recordemos que estas, fueron construidas con materiales de la región (piedras) y que en algunos casos si estaban perdidas en el bosque y no dejaban de dialogar con su entorno, lo que no pasa con el Museo Rufino Tamayo se vuelve un encaprichamiento de los arquitectos el uso del concreto ya que recordemos que actualmente sus obras (Teodoro González de León) son piezas de concreto blanco y mármol triturado, asiendo un caso omiso al entendimiento del lugar, queriendo poner su firma en los materiales de cada edificio que hace de forma tan encaprichada que no le importa los el contexto. A lo mejor este discurso seria valido en la ciudad, pero en medio de un bosque donde se encuentra el Tamayo, y más que nada donde su discurso enmarca el pensamiento de las antiguas civilizaciones, no es lógico seguir esa línea de pensamiento.
El Tamayo con su discurso muestra una clara propuesta e intenciones de los arquitectos en algunos casos de manera tan acertada que se vuelve imposible que se desligue una y la otra, por otro lado en los momentos que falla este dialogo, con una interferencia que hace omiso a unos aspectos básicos en los que ellos mismos hacen hincapié en el concepto. Aquí se muestra un claro ejemplo cuando la arquitectura lleva todo un discurso, en la que si no se analiza a raíz, sería imposible poder contemplarla y verla con unos ojos tan críticos que se transforma la obra y te empieza de hablar con otro leguaje que sino uno no la hubiera analizado.
Dejar un comentario