Construyendo con viejas piedras nuevos horizontes

El siglo XX para México comenzó con un levantamiento armado, la gente estaba deseosa de participar en la política del país. El presidente por muchos años había sido Porfirio Díaz, en esta época si bien es cierto que los campesinos eran explotados para trabajar en las haciendas por largas horas y poca paga, el país vivía una época donde la cultura fue enriquecida por influencia europea sin olvidar nunca nuestras raíces. La inversión extranjera también fue un elemento latente en esta época de la historia, México llego a tener la mejor situación económica de toda su historia, pero esto no era reflejado en su población la cual en su gran mayoría sufría de una pobreza extrema.

Pero no les voy a contar la historia como siempre nos la han contado, siendo arquitectos creo que es más interesante ver la historia con ayuda de los edificios. Testigos perpetuos de la vida de nuestra sociedad, de la forma de vida, situación económica y moda.  Tomare como protagonista de la historia a uno de los edificios que para mi gusto es uno de los más hermosos de la ciudad, su blanca fachada, jardines y esa grandiosa cúpula enaltece el carácter solemne que tiene el centro histórico.

Con motivo de la celebración del centenario de la independencia el presidente Porfirio Díaz mando comenzar la edificación en 1904 al arquitecto italiano Adamo  Boari. El edificio se levanto sobre lo que el presidente Santa Anna había edificado anteriormente. Estaba planeado para ser terminado en cuatro años pero debido a varios hundimientos gracias al gran peso de la estructura de acero cubierta de mármol su construcción llevo más tiempo. Pero el mayor causante de esta demora fue la Revolución.

El arquitecto se fue del país en 1916, en los años siguientes los trabajos en esta obra fueron muy pocos hasta que en 1932 Alberto Pani como Secretario de Hacienda decidió terminar la obra esta vez bajo la dirección de Federico Mariscal, arquitecto mexicano. Se pudo retomar gracias a que el país por fin tuvo estabilidad, después de años de lucha por el poder entre los diferentes grupos políticos. Se dieron cuenta de que su intención no debía ser seguir la misma línea de diseño que había tenido Boari sino plasmar en esta construcción el nuevo rumbo que emprendía el país.

Con el objetivo de marcar una diferencia entre lo que Porfirio Díaz quería hacer y lo que finalmente resulto se tuvo que cambiar el nombre del recinto dejaría de llamarse Teatro Nacional para llamarse Palacio de Bellas Artes. Esto hace que el país tenga una institución que rige todas las artes. Así es como se articulan coherentemente el arte mexicano. Este harte ya no es una imitación del arte extranjero sino que sale de las entrañas de los mexicanos y le muestra al mundo su cultura.  Pani dijo “…si la obra no responde a una necesidad social, puede quedar definitivamente abandonada. No se trata ahora de concluirla por concluirla, sino de examinar hasta que punto se impone el sacrificio económico que demanda su conclusión.”

Arquitectónicamente se adopto el estilo art déco por querer comprometerse con la vanguardia y el pasado. Se trato de exaltar valores con ayuda de decoraciones. Lo que sucede con el telón es una expresión de cómo se trata de combinar el arte mexicano con la ostentosidad de la moda extranjera. Este telón es la representación de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl fue un trabajo encargado a la Casa Tiffany de Nueva York. La cúpula está hecha a base de nervaduras por Roberto Álvarez Espinoza forrada por pequeños mosaicos metálicos.

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