¿Qué imagen o palabra puede expresar el complejo conjunto de sentimientos que una obra arquitectónica brinda?
¿Qué análisis puede demostrar la riqueza de una vivencia?
Sami Rintala, arquitecto finlandés, tiene como objetivo sembrar admiración por las formas geométricas y hacer al usuario recorrerlas, sentirlas; vivirlas.
Dentro de todas sus obras he elegido “The Element House” como obra maestra para explicar la sencillez y sensibilidad con la que proyecta.
Después de mucho contemplar este proyecto, llego a la conclusión que nada puede explicar con certeza la riqueza del mismo. Sin embargo, trataré de narrar mi experiencia.
Caminando hacia el Este por un sendero de tierra rodeado por árboles color ocre, percibo a mi mano izquierda una figura seria que impone con su forma ortogonal la atención de todos los transeúntes.
Me dirijo decidida a observarlo de cerca y valorar si vale la pena recorrerlo o seguir por tan admirable paseo natural en el Parque Anyang en Seúl.
Cada paso de aproximación me llenaba de curiosidad. Al momento en que lo topé de frente su perfección formal y pureza geométrica me cautivaron. Un cubo perfecto de 6x 6 x6 metros con 3 cubos adheridos a la vista y uno sumergido en la tierra. Uno de estos cubos capta mi atención de manera inmediata al parecer estar sostenido por el aire, ya que pende de dos de sus aristas inferiores.
Materiales exteriores; láminas de acero y madera, mismos que forman parte de la gama de colores que adornan a la naturaleza del lugar.
El sendero me encamina al acceso del llamado “Casa Elemento” enmarcado por un muro saliente perpendicular al cubo central.
El ansiado momento había llegado. Parada frente el gran monumento me decidí a entrar. Un juego de luces y sombras me dieron la bienvenida culminando en la percepción de diversas texturas que abrazaban la seria figura.
Un gran espacio central me acogía mientras que las ansias de recorrer cada rincón crecían abruptamente.
El vestíbulo me llevó a bajar al sótano, mismo que con la poca luz proveniente de arriba me hizo apreciar el espacio con un sentimiento de soledad, soledad tranquila y reflexiva. Sin sonidos, solo yo y el espacio acogedor.
Terminado mi momento de introversión me dispuse a subir, llegando al vestíbulo decido ir en orden y visitar el cubo anexo en planta baja. Mi sorpresa, descubrir que no tenía techo. ¡Qué increíble vista! Los enormes árboles se asomaban a verme mientras me realizo de la mínima cosa que soy frente al cielo interminable.
Después de comprender la magnificencia de la naturaleza, regreso dispuesta a APRENDER más del espacio y subo al primer nivel. Varias entradas de luz invaden mi espacio, vistas diversas que convergen en un panorama de sorpresas. Entonces adrenalina, ganas de vivir surgieron en mí desesperada por conocerlo todo.
Salí con prisa a encontrarme con el último espacio. Subo corriendo las escaleras para llegar al segundo nivel. Y……….sí, encontré una respuesta, la perfección de la vida, lo afortunada que soy al tenerla y lo mucho que me falta por recorrer.
Para ser sincera, yo no soy fanática de las formas ortogonales y es por eso que me decidí a compartir mi nuevo punto de vista. Perfección, armonía, color, sensaciones; simplemente una experiencia enriquecedora que marca mi memoria motivándome como arquitecta a ocasionar vivencias eternas en los espectadores.
No puedo finalizar sin comentarles que ésta obra me ha enseñado un lenguaje oculto de la arquitectura, el descubrirte a ti mismo en ella.
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