El plan maestro para la regeneración urbana de la Expo 98 buscaba priorizar la relación visual con el agua. La obra del Pabellón de Portugal está volcada al agua, situada en el muelle y abriendo el edificio hacia el río a través de unas galerías circundantes. Esta fachada tiene una secuencia de columnatas que permiten la transparencia y apertura hacia este lado.
Así mismo, la gran plaza cubierta actúa como una gran ventana hacia el mar, ya que está sostenida únicamente por los dos extremos por medio de unos bloques verticales. Estos bloques son huecos y están compuestos por una serie de placas que buscan ganar profundidad por medio de la creación y el juego de las sombras. La curva de la cubierta es una referencia simbólica a las velas de las naves de los exploradores portugueses.
En contraste, la fachada norte busca un lenguaje más masivo y cerrado. La fachada que da hacia la calle también es más masiva y solamente presenta ciertos vanos.
En cuanto al interior del pabellón, el programa se organiza en torno a un patio cuadrado, el cual permite que haya iluminación y ventilación natural a todos los espacios.
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