La fachada principal es un pórtico de 18 metros de altura que enmarca dos planos de parteluces verticales que permiten una total transparencia desde el interior y, dan una imagen cambiante de solidez y transparencia desde el exterior; un efecto dinámico que depende de la posición del observador. El juego de pórticos y planos de parteluces crea un efecto de monumentalidad, ligereza y transparencia.
El edificio cuenta con una escalinata y los mismos parteluces que tienen como objetivo marcar y resaltar el acceso principal.
El acceso principal se encuentra sobre la calle Klingelhöfer ya que esta calle tiene mayor importancia que la calle Rauch, puesto que se encuentran varios edificios emblemáticos.
Al entrar al edificio se encuentra un gran vestíbulo, donde se puede reunir la gente y distribuir según lo que necesite. Además de que en este vestíbulo se localiza un centro de información y es un cilindro perforado de 18 metros de altura y 14 de diámetro cubierto con cristal. La mitad del cilindro queda en voladizo sobre un jardín interior escalonado. Aloja las circulaciones verticales y será el lugar de encuentro y el espacio simbólico de la Embajada. Además de proporcionar iluminación interior cenital en todos los niveles del edificio.
El programa arquitectónico se encuentra organizado de público a privado. Conforme vas subiendo de nivel va siendo más privado. En la planta baja se localiza el vestíbulo y jardín interior, un salón de usos múltiples, un centro de información y en mezzanine los servicios consulares y de cultura; los dos niveles superiores los ocupa la cancillería; el último nivel es un jardín.
Con respecto al contexto, el edificio lo ignora totalmente ya que no busca adaptarse sino el objetivo es crear un icono, un edificio que tuviera una imagen inconfundible que quedara registrada en la memoria urbana.
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