Hoy en día la ciudad no posee el mismo sentido que tuvo en un principio. Si bien debiésemos considerar nuestro entorno urbano como un lugar propicio para el desarrollo social, solemos encontrar zonas en donde reina la soledad. El peatón se olvido, y con ello desapareció el comercio. Nadie camina por las calles, y el único actor de tal espectáculo es el automóvil. Así es. Sin irnos tan lejos, y con un fin practico, hablaré a continuación del caso de Santa Fe. Así mismo, retomaré como ejemplo mi experiencia en Ixtapaluca (Estado de México) y en un segundo punto compararé estas situaciones con las vivencias que un puede tener en cualquier pueblo típico de México, incluyendo los que encontramos adentro de nuestra ciudad.
Para cualquier buen estudiante de Arquitectura de la UIA (Universidad Iberoamericana), es frustrante la idea de que nuestra escuela se encuentre en un espacio tal como el de Sta. Fe. Como futuros urbanistas, diseñadores de espacio,…, Arquitectos, podremos apreciar que este “pedazo” de ciudad no es más que un intento de este último concepto. No es posible salir a caminar, y en transcurso de nuestro recorrido, frenarse a comprar unos “chicharroncitos”, “unas jicamitas”,…, enfin, cualquier producto que la economía informal en el ámbito de la comida nos ofrezca. No existen jardines con árboles, como los encontraríamos en la colonia del Valle, en San Ángel, Polanco, La Roma… Los pocos (o nulos) recorridos que podemos llevar a cabo en tal espacio son monótonos y aburridos, y a mi modo de ver y entender el mundo, eso no es ciudad. Santa Fe es una fracción de urbe, que considera única y exclusivamente al automóvil como usuario. Resulta que este mundo es vegetal, humano-y-animal, y no un mundo para maquinas y robots. ¿Cómo el hombre puede rechazarse a si mismo, y darle entrada a un mundo sintético? En Santa Fe, el hombre como ser humano queda lejos de poder incluirse en un contexto urbano. Solo dentro de cada edificio, el humano es humano. Al pisar la banqueta, su situación se descontextualiza y pasa a ser un ente ajeno a su contexto. Entonces, ¿La ciudad deja de ser ciudad? Algo similar sucede en Ixtapaluca, Edo. De México.
Esta última zona es una urbe ubicada a las afueras de la ciudad de México. En tal espacio reina una masa de concreto llamada “Conjunto habitacional de casas de interés medio”. Por cuestiones de cultura, la gente lucha por tener su “cachito” de tierra, un patrimonio legado de un esfuerzo. Ixtapaluca es un lugar dentro de la metrópolis que nos ofrece este capital. Con la ayuda de un crédito financiero, y el compromiso a veinte o treinta años, cualquier persona puede conseguir su casa. El problema reside en que en ese lugar no existe una red interpersonal que fomente la vida pública, el intercambio y la cohesión social. No hay espacios públicos de encuentro. Los niños juegan en sus garajes, y los comercios se establecen en escasos puntos de encuentro. Así como en Santa Fe, no hay árboles que generen sombras, ni jardines en donde recostarse para disfrutar de un día. Hay rejas y miedo, púas y miedo, candados y miedo.
Si comparamos este caso de ciudades con espacios tales como Coyoacán, La Condesa, Insurgentes, El centro de Tlalpan, Reforma, y pueblos como Taxco , podremos encontrar una diferencia básica: la vida en la banqueta.
No basta con mezclar usos de suelo en un mismo espacio. Existen diversas zonas en donde sucede esto, pero no hay vida en la calle. Y sin embargo, a mi modo de ver el mundo urbano, el comercio ambulante ayuda a generar vida, cohesión social. Evidentemente, esto es tan solo un punto a considerar para la creación de espacio público. Plazas diseñadas, parques para la gente (no centros de ciudad sin uso)…
por terminar…